jueves, 28 de abril de 2011

Diez: Grandes Expectativas

No cabe duda de que Dario es una imagen a escala de mi persona. Al menos, fisicamente. Aquello me evitó las repetidas y eternas bromas del tipo "mas que parecerse a ti, es igual al padre"...En fin, más allá de tomarme aquello con humor, es cierto que existe una evidencia fisica incontrarrestable entre él y yo. Y me gusta.


Me agrada reconocerme en sus rasgos y en algunos de sus gestos. Y me agrada, paradójicamente, no reconocerme en su carácter, que parece completamente ligado a la Andrea. La reacción visceral, la ansiedad permanente...la misma que me capturó diez años atrás, forma parte ahora de la personalidad de una nueva rama de mi árbol genealógico, y no puedo más que fascinarme por el fruto de esa combinación divina en la que pusimos tanto afán y, por supuesto, tanta pasión.


"Nos quedó bonito", decimos muy seguido, al observarlo reír, o sorprenderse, o bailar...o cuánta cosa...Pero, claramente, es solo un decir. La luz de Darío es propia y no tiene nada que ver con lo que nosotros deseáramos, aun cuando cumple muchas de esas expectativas, ¿se entiende?.


Quizá se lee algo confuso, pero un ejemplo lo clarificará. He soñado muchas veces con el futuro de Darío: lo veo artista, agricultor, viajero...muchas de las cosas que me habría gustado ser. Son sueños, expectativas, o una mezcla de ambas, que me pertenecen, pero que no tienen por qué volverse realidad.


Darío es libre. Cierto. Pero 100% influenciable por quienes lo rodean y por las cosas con las que interactúa. Y lo será, quién sabe...¿hasta los 18, 19, 20, 40? Ello nos otorga a la Andrea y a mí una enorme, pero ineludible responsabilidad: la de diseñar los escenarios y paisajes sobre los cuales construirá su manera de enfrentar el mundo.


¿Lo bautizamos? ¿Qué música le ponemos? ¿Jugamos fútbol, basquetbol o tenis? Cada día plantea nuevas decisiones en este sentido y con cada una de ellas se configura una arista nueva en el porvenir de Darío. Y, querámoslo o no, estamos condicionando sus puntos de vista, sus pasiones o el desarrollo de sus talentos.


Cerca de esto está la esencia de la paternidad, creo. Y parece la parte más compleja, pues yace más ligada al ámbito de la intuición, que al de la razón. Ya nos decían nuestros viejos cada cierto tiempo: a nadie le enseñan a ser papá...

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