viernes, 22 de julio de 2011

Veintidós: Despegar (se)

Para criar y cuidar de Darío hemos contado con la ayuda invaluable y rigurosa de mi madre, cuyos cuidados para su nieto son verdaderamente tranquilizadores para nosotros. Descansamos en ella, y sentimos que su presencia nos da ese margen de acción tan difícil de recuperar, desde que creció nuestra familia.

Algunas de las decisiones que hemos tomado con la Andrea han reducido todavía más ese margen.  Una que no entiende la mayoría, por ejemplo, es que todavía no tengamos una niñera de tiempo completo para Darío. Por cierto que nos permitiría contar con ciertas libertades, pero en cierto momento optamos por privilegiar el tiempo que nosotros pasamos con él y aprovecharlo “a concho”.
Ello ha significado realizar enormes sacrificios físicos y anímicos, puesto que el resto de las actividades deben seguir funcionando como siempre: las horas extras en nuestros trabajos; los espacios para “sentarnos” a comer; las clases que debo preparar para mis alumnos…Otras, definitivamente han entrado en etapa de “rediseño”: hablo de los espacios “íntimo-recreativo-culturales” del tipo “veamos una película”; “retomaré este libro” o (¡vaya qué importante!) “esta noche durmamos sin pijama”.
Dado que Darío se duerme tarde, he debido acomodar metabolismo y costumbres a una rutina de 5 a 6 horas de sueño, con la que creo haber conseguido convivir. Al menos, por el momento.
Pendiente sigue el paso que debemos dar hacia espacios en que recuperemos la tranquilidad del “nosotros”. Antes de eso, debemos recorrer un camino gradual que parte por sentir que es necesario avanzar y despegar (se), pues independiente que todo gire en torno a Darío, hay vida más allá (y desde antes que él nos regalara su presencia).
Pasar una noche fuera…vivir un fin de semana en otra parte…viajar…sin Darío, difícil, pero no imposible. La Andrea se negaba sistemáticamente a dejarlo con mi madre y hoy ya se está abriendo a la posibilidad de hacerlo una noche (al menos). Quizá si el problema de fondo es que en dos años y algo no nos hemos preocupado de “entrenar” a alguien más en el arte de cuidar al pequeño y siempre debemos acudir a mi “vieja”.
También por esa razón los fines de semana  pasamos 24x7 con Darío y no se programan salidas sin su presencia. “Tu madre lo cuida de lunes a viernes”, dice la Andrea y tiene mucha razón. ¿Si me siento incómodo con la situación? Probablemente durante los primeros meses lo fue, y mucho. Hoy asumo que existen beneficios extraordinarios para mi hijo, que marcarán diferencias en su desarrollo. Frente a eso, creo, vale la pena (y la alegría) tener un poco de paciencia.

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