miércoles, 2 de noviembre de 2011

Treinta y Cinco: El Placer de Viajar

Tiene su encanto eso de moverse, conocer lugares, o volver a recorrer puntos que nos marcaron en épocas pasadas. Lo hacemos especialmente en vacaciones, para “desconectarnos” y salir temporalmente de la rutina.

Viajar nunca deja de ser atractivo para quienes nos gusta enfrentar situaciones desconocidas o inesperadas. Como para ponernos a prueba en contextos que nos son ajenos. En lo personal, durante varios años disfruté de recorrer lugares con cierta libertad…dado que la Andrea no es muy dada a moverse de nuestra ciudad.
Con la llegada de Darío, el terreno se puso complejo en ese sentido. Y quienes ya son padres, me entenderán cuando planteo que si ya cuesta planificar un viaje tradicional, ese esfuerzo se multiplica por 3 o 4 veces al hacerlo con un niño pequeño.

La cuna, el coche, el bolso, la leche, la comida, los pañales…y unos cuantos etcéteras, están involucrados en la preparación de cada periplo junto a Darío. Y aunque la planificación es exhaustiva y profunda, muchas veces resulta que se nos olvida algo o pudimos llevar algo que nos habría sacado de un apuro.
Afortunadamente, este pequeño ha resultado ser bastante dócil para sentare en los autos. Le entretienen los paisajes;  duerme con comodidad en su silla y es capaz de comer sus comidas en ese contexto, que muchas veces no es el más cómodo.

Para ordenar las cosas necesarias/obligatorias de llevar, el margen de tiempo que estamos utilizando se amplía cada vez más. Y aun así, seguimos teniendo retrasos inverosímiles, con la consiguiente y nunca bien ponderada dosis de conflicto de pareja, siempre presente. Darío, de hecho, es quien menos se complica por la circunstancia, incluso cuando nos ve correr de un lado para otro con las caras desfiguradas por la ansiedad.
Viajar sigue siendo un placer, no cabe duda. Pero la lectura de ese goce hoy es distinta y comienza desde la tranquilidad por llevar a nuestro hijo “donde mis ojos lo vean”, como dice la Andrea.  Si tenemos que resignar las salidas nocturnas, u otro tipo de actividad “entretenida”, pero “adulta”, es parte de las condiciones dadas en esta etapa.  Torturarse y sufrir por lo que estamos dejando de hacer, de veras si se vuelve perverso. Más, si pensamos que dentro del auto va uno de nuestros sueños más reales.

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